2. Ivana

Ivana cenaba como todas las noches con su esposa. Había nacido en Rosario, estudió cine y se mudó a Europa. Durante muchos años participó en rodajes independientes, hasta que conoció a una productora francesa que terminó siendo su compañera de vida. La profesión las hizo pasar por la India y muchos países del sudeste asiático, hasta que decidieron volver a Argentina.

En muchos lugares se comentaba que su país natal, junto con Venezuela, eran los frentes del totalitarismo del siglo XXI. Cuando ella había dejado el país las cosas estaban mal, pero no era para tanto. Eponine era productora de películas y videojuegos pero siempre había sido una activista de la libertad, y no le gustaba que los gobiernos controlen la vida privada de las personas. Intentó convencer a Ivana de viajar Argentina para filmar un documental sobre la tan controversial cuestión. El problema era que no estaban bien vistos quienes habían abandonado el barco en plena catástrofe. Algo similar había pasado a fines de los '70, cuando muchos se escaparon en medio de la dictadura militar. Así que decidieron mudarse, instalarse en el país y demostrar que todavía se podía vivir y trabajar.

Sonó el timbre, se activó la pantalla pero no se veía a nadie en la entrada del edificio. La pantalla se desvaneció unos segundos, y se volvió a activar tras una segunda llamada. Esta vez aparecieron dos tipos sucios, con la cara encapuchada.

-¡Ivana, abrinos por favor!

-¿Quiénes son? - gritó la cineasta, mientras Eponine saltaba a buscar el botón de la policía.

-Somos nosotros, tus amigos...

-¡Sáquense eso de la cara! ¿Quiénes son?

-No podemos decir nuestros nombres ni descubrirnos la cara frente a una cámara, nos están buscando, y va a saltar en el Sibios. Si estás con Eponine decile que no llame a la policía. Cuando estudiabas cine nos juntábamos los viernes a tomar Fernet con los chicos. ¿Te acordás el disfraz ridículo que me puse en el cumpleaños de tu amiga, y que él no vino porque no sabía qué ponerse?

-¿Aprieto el botón de emergencia? - interrumpió Eponine, mientras Ivana empezó a palidecer.

-No, no. Son mis amigos de Rosario. No se qué hacen acá ni por qué están así. Creo que habían ido a la manifestación de Plaza de Mayo, pero después se cortó la luz y no supe más nada.

La puerta de entrada se abrió con un sonido neumático, y los dos amigos pasaron, mirando para todos lados. Treinta segundo después entraban al departamento.

-Hola Ivana y Eponine, gracias por abrir. La policía activó un aparato que quemó los teléfonos y después nos cagó a tiros. Fede y yo nos escapamos en el auto, que también fue baleado y tuvimos que abandonar a ocho cuadras de acá. ¿Tienen algo para comer?

El silencio inundó el ambiente. Eponine se había quedado totalmente quieta, apenas parecía respirar. Ivana balbuceaba atónita.

-Que ¿¡qué!? - fueron las únicas dos palabras que pudo emitir.

-Chicas, esto es en serio, les dijimos que no vuelvan a este país. ¿No estaban viendo la manifestación? Nos dispararon a todos, y no se si sobrevivió alguien además de nosotros. - Empezó a relatar Ezequiel.

-¿Te acordás de mi auto? - Acotó Federico -Lo sigo teniendo de aquella época. Lo pudimos poner en marcha por no tener encendido electrónico. Nos dispararon, quedó hecho un colador, así que bueno, no lo tengo más. Ezequiel consiguió un arma que se le cayó a un policía.

-Ah sí, eso. No se asusten, lo voy a dejar acá porque ya me queda incómodo atrás de la espalda.

Eponine seguía sin moverse.

-Chicos, ¿esas salpicaduras son de sangre?

-Si, pero es de la gente que estaba ahí, nosotros no estamos lastimados.

Eponine fue al armario y sacó un whisky con cuatro vasos.

-¿Y qué van a hacer?

-No sabemos, pero estaría bueno que pudiésemos pasar la noche acá, que nos consigan algo de ropa y maquillaje para que no nos reconozcan las cámaras hasta que veamos cómo volver a Rosario. Por cierto, ¿Cómo va el documental sobre la democracia en Argentina?

No había muchas palabras para compartir en esa situación, y la medida de licor escocés venía bien para bajar un poco el nivel de adrenalina que tenían los cuatro. Los dos amigos fueron al baño de a turnos para quitarse un poco la mezcla de sudor, sangre y olor a pólvora, mientras la pareja fue a preparar algo más para comer.

"Preparar comida" era un eufemismo para "presionar un par de botones en la máquina de comida pre-lista". El aparato integraba un congelador con verduras deshidratadas, carne artificial de varios animales, y condimentos en polvo; un hidratador, un mezclador mecánico y un horno eléctrico. No era lo mismo que una buena comida casera, pero en diez minutos se podían obtener cientos de platos distintos a partir de un álbum de recetas que crecía todos los meses en el sitio web de la empresa.

-¿Esto tiene pavo? -, preguntó Ezequiel mientras comía la lasagna.

-Sí-, respondió Eponine. -La carne de pollo no está bien lograda, y hace meses que compramos sólo pavo. Ivana dice que es difícil acostumbrarse a la carne de pollo cultivada en laboratorio porque desde siempre comimos pollo de verdad, pero con esta no se nota tanto la diferencia.

-Ezequiel-, interrumpió Federico -basta con la maquinita. Ya se que significa mucho para vos porque escribís sobre esto desde que era ciencia ficción, ya te vas a comprar una, pero tenemos que ver qué hacer.

-Quería al menos cenar sin pensar que estamos en la mira de Los Herederos de Él. ¿Tenés alguna idea?

-Ezequiel, en serio, esto fue terrible, pero a la larga las cosas van a salir bien, siempre triunfa el bien-, dijo Ivana.

-No, siempre no. A veces triunfa lo que algunos creen que es el bien, porque al fin y al cabo, no todos tenemos los mismos criterios de bien y mal.

-Pero con eso se puede justificar cualquier cosa.

-Supongo, por eso tenemos el gobierno que tenemos. Aunque quizás con el tiempo salgan todas las variables a la luz, y desde esa perspectiva se pueda ver si lo que se hizo fue bueno o malo en términos más objetivos.

-¿Qué? -, preguntó Eponine. Su español no era excelente, pero el concepto había sonado confuso para todos.

-Que las cosas se van a terminar sabiendo. Algo así no se puede ocultar, por más que hayan usado esa bomba rara. Y por más que quien dio la orden intente justificarlo, cuando se sepa la verdad, la gente se los va a querer comer vivos. Las chicas tienen cámaras, filmemos un video contando todo lo que pasó.

-¿Y qué hacemos después? Sibios lo va a tumbar ni bien detecte nuestras caras, van a rastrear la IP y en un par de horas vamos a ser otros más de los No Disponibles-, increpó Federico.

-¿No disponibles? -, preguntó Eponine, esta vez había escuchado bien pero no había entendido.

-No Disponibles. En los últimos cinco años, empezaron a aparecer contactos No Disponibles, transparentes, desconectados- empezó a explicar Federico-. No se habla mucho de ellos por miedo. No son desaparecidos porque sus familias tienen miedo de denunciar. Son gente que se esfumó. A algunos incluso se les borraron la mayoría de comentarios y fotos. El único rastro que queda de ellos es el nombre en gris, con la foto de perfil de silueta gris. La gente se olvida porque van quedando abajo de todo de la lista de contactos, pero se acumulan lentamente, y no se fueron de viaje.

-Algunos pensábamos que los responsables podían ser ese grupo de psicópatas que se dicen "Los herederos de Él", pero ni siquiera sabemos cuánto poder tienen. Y ahora que estamos salpicados con sangre que derramó el mismísimo gobierno, es más que obvio que todo viene de más arriba.- aseguró Ezequiel.

-En Europa no podría pasar algo así, ¿no hay acaso organismos de Derechos Humanos?

Ezequiel sonrió y lo miró a Federico, él era el que siempre explicaba esta parte a los extranjeros.

-Sí, del gobierno. Fueron lo primero que conquistaron. Al principio los intervinieron para aceitar los juicios a militares genocidas de la última dictadura militar, pero con el tiempo se transformaron en otra pata para intercambiar favores políticos y lavar dinero. Y lo que fue más importante, monopolizar el concepto mismo de Derechos Humanos. Una estrategia impecable, ¿quién sería capaz de cuestionar a una organización que alguna vez encarceló a genocidas?

Ivana se había levantado de la mesa para ir a buscar las cámaras y las luces. El departamento no era muy grande pero podían usar la pared blanca del dormitorio como fondo.

-Chicos, ya están listas las cámaras. Para que sea más difícil de rastrear podemos grabar el video en baja definición y sin 3D. Yo después le paso un filtro que borre la huella digital que deja la cámara.

-¿Huella digital de qué? - preguntó Federico.

-Cuando una cámara graba, tiene ciertas características de colores, calidad, rayones de la lente, píxeles muertos, además de metadatos como la marca y modelo, apertura del diafragma, distancia focal y especialmente la ubicación por GPS en donde fue tomado. A pesar de que desactive eso, todo lo demás queda guardado con el archivo y podrían compararlo en minutos con la base de datos de vendedores y encontrarnos.

-¿Sería como las marcas que quedan en una bala por las estrías del cañón?

-Sí, eso mismo. Esto se viene usando desde hace bastante para arrestar a los que se filman haciendo cosas ilegales para hacerse los vivos. Pero no es difícil de borrar si sabés cómo hacerlo. El único tema es que no se cómo lo vamos a publicar sin que lo tumben.

El timbre sobresaltó a todos, quienes giraron automáticamente hacia la pantalla.

-¡Ivana! ¡Ivana! ¡Soy Pedro, por favor abrí! ¡Me dispararon!

Los treinta segundos que pasaron entre que se abrió la puerta de abajo y el colega de Ivana llegó al departamento parecieron una eternidad. Pedro abrió la puerta, pálido, temblando y se desplomó. Tenía las dos manos empapadas de sangre, y en el abdomen había una mancha bordó que chorreaba por los pantalones.

-Eponine, buscá una toalla, agua y el botiquín entero -gritó Ezequiel. No sabía mucho qué iba a hacer, pero siempre había leído sobre cómo actuar en situaciones de primeros auxilios, y una vez mantuvo con vida a un tipo que chocó con una moto hasta que llegó la ambulancia. -Fede, sacale la mochila y fijate si la bala salió.

-No -dijo Pedro como pudo-, no salió. No se cómo llegué tan lejos. Estaba en la plaza pero no en el medio. Se apagó todo y la policía entró corriendo y disparando, yo me pude escapar.

-Sí, nosotros también estábamos ahí-, respondió Federico.

-Yo lo filmé.

-Todos lo filmamos, pero se quemaron todas las cámaras.

-La mía no.

-No puede no haberse quemado.

-Tenía conmigo la cámara de mi abuelo.

A Ivana, que se mantenía un paso atrás, sorprendida y medio shockeada, se le pusieron los ojos como platos.

-La cámara que me contaste con cinta Kodak.

-Sí, está en la mochila. Grabé la masacre hasta que sentí el ardor en el pecho y me di cuenta que era una bala. Guardé la cámara y corrí. Y vine para acá Ivana, no podía ir al hospital con la grabación.

Pedro estaba tirado en medio del departamento, cada vez más pálido. Ezequiel le presionaba la herida para que no sangre y Eponine trataba de darle de tomar agua con una botella. Federico tenía la mano sobre el botón de emergencias, esperando a que le digan que lo presione para que venga la ambulancia. Ivana se acercó para abrir la mochila y revisar la cámara.

-Chicos, yo no puedo más -dijo Pedro con palabras cada vez más atenuadas-, revelen el rollo.

Su cuerpo se relajó y su vista se perdió en el techo. Lo que acababa de pasar no era algo fácilmente asimilable. Las chicas rompieron en llanto y se abrazaron. Los muchachos intentaron no cruzar miradas, intentando aguantar las lágrimas.


La noche sin nubes y con luna de cuarto creciente quería ser oscura, pero las luces eternas de la ciudad no se lo permitían. En el departamento de Ivana yacía Pedro cubierto con una sábana. Habían pasado un par de horas y más de media botella de escocés. La pareja y los dos refugiados estaban sentados en sillones, despiertos pero sin hablar.

-Marxo-. Dijo de repente Ezequiel, con cara de epifanía.

-¿Qué?-. Preguntó Federico.

-Marxo, el líder del grupo de resistencia de Internet. La Legendaria Cofradía del León de Francia.

-¿Francia?-, preguntó Eponine sin pronunciar bien la "r".

-Se llaman así, pero no tienen nada que ver con tu país. Eran un grupo que luchaba por la independencia de Internet antes de que a Sibios le conecten el módulo de inteligencia artificial. A partir de ahí pasaron a la clandestinidad, y se cree que son responsables de los atentados que sufren los servidores de vez en cuando.

-¿Y qué nos importan los terroristas marxistas?-, preguntó Ivana.

-No, no. No tienen nada que ver con Carlos, no son socialistas ni terroristas, nunca mataron a nadie, los atentados eran de virus informáticos. Cuando sepan que tenemos un video de la masacre en cinta Kodak, no lo van a poder creer. Si alguien nos puede ayudar, son ellos.


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