Tenía que existir una palabra especial para el sonido de un
teléfono vibrando. Desde principios de siglo le dicen zumbido, como
si fuera una mosca o una abeja aleteando. Pero Marxo dormía, y el
infernal aparato estaba debajo de la almohada. La sensación se
asemejaba más a un terremoto.
Su departamento no parecía propio del un líder de ninguna
resistencia. No parecía un centro de operaciones clandestinas, no
era un zótano lleno de banderas ni estaba habitado por docenas de
hackers sucios y desalineados. De hecho había sido inspeccionado
varias veces por el Organismo Antirrevueltas -como la mayoría de las
viviendas-, y nunca nadie había encontrado ni sospechado nada raro.
Marxo era un ciudadano común y corriente que administraba una
empresa inmobiliaria y vivía con su perro Pacho, que había
rescatado del Comando de Eugenesia. En su tiempo libre accedía a una
red encriptada desde sus computadoras para conectarse con el resto de
La Legendaria Cofradía del León de Francia. Los demás miembros
estaban disgregados por el país y el mundo, y probablemente también
llevaban una vida sin sobresaltos. Los que no tenían un verdadero
oficio a modo de tapadera habían quedado hace rato con el fondo de
la lista de contactos No Disponibles.
Marxo se despertó en medio de la noche con el terremoto de su
almohada, insultando por no haber dejado el aparato en el dock de
sincronización, en cuyo caso habría activado el sistema
centralizado de música y luces para despertarlo de forma más
agradable. Hizo un gesto sobre la pantalla del aparato, y esta se
apagó y se proyectó en el techo, donde se materializó el mensaje:
"Estoy interesado en una propiedad de calle Francia". Era
un código para que active la red segura, porque algo estaba pasando.
-Uh, pero son las tres de la mañana-, le dijo a las paredes, o
quizás a la computadora, aunque sabía que el sistema no tenía
emociones y no había nada que pudiese hacer al respecto. Pacho
dormía en un almohadón a un costado de la cama. Paró
sorpresivamente las orejas al escuchar hablar a su dueño, pero no se
inmutó.
Era de madrugada y las cortinas abiertas dejaban entrar el
resplandor colorido de las pantallas de la ciudad. Agarró el teclado
que estaba en la mesa de luz, y ordenó cerrar las persianas.
Escribió los comandos correspondientes y entró a la red. La
pantalla tenía fondo negro y letras verdes. No era en absoluto
necesario ya que hacía más de dos décadas las redes sociales
tenían un diseño pulcro y moderno, pero el estilo Matrix era
inmejorable para una red que funcionaba sin vigilancia estatal.
Los últimos mensajes empezaron a aparecer:
LF046: "se escuchan ráfagas de disparos en zona de plaza de
mayo, alguien sabe algo?"
LF214: "yo estaba siguiendo una protesta que había pero
dejaron de transmitir"
LF046: "quién dejó de transmitir?"
LF214: "todos"
LF315: "cómo todos?"
LF214: "sí todos al mismo tiempo"
LF062: "un amigo estaba ahí y no me responde"
LF079: "yo vi pasar varios vehículos negros por la puerta de
mi casa, parecían militares"
LF046: "alguien interceptó alguna señal del sibios?"
(...)
LF050: "yo me metí, las cámaras de la zona no tienen señal,
ninguna"
LF111: "copio un mensaje que intercepté esta tarde y recién
terminé de desencriptar
Operación Blackout
La bomba de pulso está operativa. Se autoriza a todas las unidades antidisturbios a cargar armas con punta perforante y realizar un cerrojo alrededor de la plaza. No usar armas con accesorios electrónicos. Permiso a disparar una vez que se haya activado el apagón. No dejar dejar testigos vivos. Se dispondrán de cuatro camiones para cargar los cuerpos y llevarlos al centro de incineración BA-03. Mantener el cerrojo hasta que las unidades de limpieza acaben su trabajo. No utilizar sistemas de comunicaciones dentro de la zona de exclusión. Comunicarse siempre con nivel de encriptación 5."
Marxo tragó saliva. Volvió a leer el texto y la vista se le puso
borrosa al bajarle la presión.
"alguien tiene contacto visual con la plaza?", preguntó
bajo el pseudónimo LF000.
"yo, pero estoy lejos-, escribió LF036 -, veo todo negro,
las luces de la casa rosada están apagadas".
"los mataron a todos", dijo LF124. Había 53 conectados
mirando el hilo de mensajes y nadie decía nada. No había mucho para
decir.
LF000: "Gente, no podemos entrar en pánico ahora. Sabíamos
que el gobierno estaba terminando el desarrollo de bombas de pulso.
Ahora sabemos cómo las van a usar. Y no pudimos haber hecho nada.
Quemaron toda la plaza, ahora empecemos a revisar los videos de todas
las cámaras aledañas y busquemos supervivientes, el estado nunca
hizo las cosas bien, ni siquiera matar. Cada uno va a revisar una
zona y quien encuentre algo, lo reportará por acá. Lo siguiente es
penetrar el archivo del Sibios y sobreescribir los videos para
proteger a los testigos, con suerte llegaremos antes de que los
procesen".
Dejó el teclado y se fue a la cocina. Necesitaba tabaco y
cafeína, iba a ser una larga noche.
La misión de la Cofradía era ser una molestia para las
actividades turbias del gobierno, por lo que tenían cada vez más
trabajo.
Se agruparon en 2009 con el objetivo de hacer una denuncia masiva
contra el uso de niños como propaganda política. El objetivo era
exponer los típicos casos en que el político toma a un bebé y lo
besa frente a las cámaras. Pronto se dieron cuenta que todos hacían
lo mismo, e incluso había muchos que iban a los barrios pobres con
colectivos, reclutaban a niños y los hacían marchar con pecheras y
estandartes. Luego tuvieron que enfrentarse a todos los que los
cuestionaron, porque al fin y al cabo: "Si un padre puede llevar
a sus hijos a la cancha o a un recital, ¿Por qué no a una protesta?
Y si puede llevarlos un padre, ¿Por qué no puede un tutor llevar a
diez niños con banderas?". Los debates filosóficos sobre dónde
termina el gris claro y empieza el gris oscuro terminaron cuando los
amenazaron de muerte.
Dejaron de hacer campañas públicas y de exponer sus caras y
nombres. Más adelante el gobierno actualizó todos los documentos de
identidad e hizo un relevamiento de datos biométricos de la
población: todos los nombres estaban asociados no sólo a una
dirección y teléfono, sino también a una foto y huella digital. La
Cofradía descubrió que el software del padrón electoral de las
elecciones de 2013 tenía un gravísimo error de seguridad, y sólo
accediendo al código de fuente de la página web, podía abrirse y
descargarse la base de datos completa. Para no volver a exponerse,
enviaron el dato a diversos sitios web de seguridad informática y
organizaciones de defensa de derechos civiles. Tuvo éxito, la
noticia salió en todos los medios. Pero era más importante saber
quién bailaba mejor en el reality show de la farándula.
También tuvieron cierto éxito sus investigaciones donde sacaban
a la luz algunos trapos sucios de políticos: contrataciones de
empresarios amigos con sobreprecios, desvíos de fondos a punteros
políticos, lavado de dinero con la compra y venta de publicidad en
el fútbol y hasta jugadores. Esto lo donaban casi todo a un famoso
periodista que tenía un programa de televisión los domingos.
Con el pasar de los años pasaron lentamente a la clandestinidad.
De campañas públicas a reuniones en bares, luego grupos secretos en
redes sociales, y finalmente en redes encriptadas con servidores en
el exterior. El gobierno sabía que había una especie de Batman
oculto en algún lado, lo único que separaba al país de ser una
monarquía totalitaria.
Marxo tomaba su oscuro café, miraba a Pacho y fumaba un
cigarrillo, y a pesar de tener los ojos llorosos por lo que estaba
pasando, se regocijaba al pensar que era la cabeza de ese Batman. La
Legendaria Cofradía del León de Francia tenía que esquivar a los
inspectores, evadir los todopoderosos tentáculos de Sibios, rescatar
supervivientes y exponer a los asesinos. Y Pacho dormía.